lunes, 20 de noviembre de 2023

¡Cuidado con ChatGPT! Va por libre.

 

Le hago una consulta al ChatGPT Bing, para una de mis historias y pasa lo que casi siempre. Bing hace lo que le da la gana.

Le pregunto: Si tuvieras que escribir una historia cómica y desenfada sobre la vida de un espermatozoide, ¿cómo lo definirías?

Tal vez, no me explico lo suficientemente bien, que me suele ocurrir, soy así. Mi pregunta era para saber cómo definiría su IA al esperma.

Y Bing me contesta:

- Esa es una pregunta muy interesante y divertida. Me gustaría intentar escribir una historia cómica y desenfada sobre la vida de un espermatozoide. Aquí está mi intento:

Yo pensaba escribir otro tipo de historia, pero, ya la escribiré en otro momento.

La vida de un espermatozoide no es fácil. Desde el momento en que nace, tiene que competir con millones de sus hermanos para llegar al óvulo y fecundarlo. Es una carrera contra el tiempo, el espacio y las probabilidades. Solo uno puede lograrlo, y los demás se quedan atrás, mueren o son expulsados.

Pero hay un espermatozoide que no se conforma con eso. Se llama Ernesto, y tiene un sueño: ser el primero en llegar al óvulo y crear una nueva vida. Ernesto es diferente a los demás espermatozoides. Es más curioso, más valiente y más creativo. Le gusta explorar el mundo que le rodea, hacer amigos con otras células y aprender cosas nuevas. No le importa lo que digan los demás, él sigue su propio camino.

Un día, Ernesto se entera de que hay una oportunidad de salir al exterior y participar en la gran carrera. Es el momento que ha estado esperando toda su vida. Se despide de sus amigos y se prepara para la aventura. Sabe que será difícil, pero también sabe que tiene algo especial que lo hace único.

Ernesto se lanza al líquido seminal y empieza a nadar con todas sus fuerzas. Ve a sus hermanos avanzar a toda velocidad, sin detenerse ni mirar a su alrededor. Ernesto decide tomar otro rumbo, más arriesgado pero también más divertido. Se adentra en el canal vaginal y se maravilla con las vistas.

Ve las paredes rosadas, los pliegues, los pelos, las bacterias, los glóbulos blancos y otras cosas que nunca había visto antes. Se detiene a hablar con algunas de ellas, y aprende cosas interesantes. Por ejemplo, que hay un pH ácido que puede matar a los espermatozoides, que hay un moco cervical que puede ayudarlos o impedirlos, y que hay un cuello uterino que es la entrada al útero, donde está el óvulo.

Ernesto sigue su camino, sorteando los obstáculos y los peligros. Se encuentra con otros espermatozoides que se han perdido, se han rendido o se han muerto. Ernesto les da ánimos y les dice que no se den por vencidos, que sigan nadando y que crean en sí mismos. Algunos le hacen caso y se unen a él, otros le ignoran y se quedan atrás.

Ernesto llega al cuello uterino y se enfrenta a su mayor reto. Tiene que atravesar una barrera de moco que solo deja pasar a los más fuertes y a los más aptos. Ernesto se lanza con determinación y usa su cola para impulsarse. Siente la resistencia del moco, que intenta frenarlo y atraparlo. Pero Ernesto no se rinde, y usa su cabeza para abrirse paso. Con mucho esfuerzo, logra superar la barrera y entrar al útero.

Ernesto se siente eufórico. Ha llegado más lejos que nadie, y está cerca de su meta. Solo tiene que encontrar el óvulo y fecundarlo. Pero entonces se da cuenta de que hay un problema. Hay dos trompas de Falopio, y no sabe cuál de ellas contiene el óvulo. Tiene que elegir una, y tiene que hacerlo rápido. Si se equivoca, perderá su oportunidad y habrá fracasado.

Ernesto se queda pensativo. ¿Cómo puede saber cuál es la trompa correcta? ¿Hay alguna pista, alguna señal, alguna forma de averiguarlo? Entonces recuerda algo que le dijo una bacteria amiga. Le dijo que el óvulo libera unas sustancias químicas que atraen a los espermatozoides, y que se pueden percibir con el olfato.

Ernesto decide usar su nariz para detectar el aroma del óvulo. Aspira el aire y trata de captar el olor. Y lo encuentra. Hay una trompa que huele más dulce, más suave, más agradable. Ernesto sabe que esa es la trompa que busca. Se dirige hacia ella y se introduce en su interior.

Ernesto se siente feliz. Ha elegido bien, y está cada vez más cerca de su sueño. Nada con ilusión y con esperanza. Ve el final de la trompa, y al fondo, una luz. Una luz blanca, brillante, hermosa.

Es el óvulo. Ernesto lo ve y se enamora. Es lo más bonito que ha visto en su vida. Siente una conexión especial con él, una afinidad, una atracción. Sabe que es su destino, su razón de ser, su complemento perfecto.

Ernesto acelera su nado y se acerca al óvulo. Lo rodea y lo admira. Lo toca y lo acaricia. Le habla y le dice que lo quiere, que lo necesita, que quiere unirse a él y crear una nueva vida.

El óvulo le responde y le dice que también lo quiere, que también lo necesita, que quiere unirse a él y crear una nueva vida. Ernesto y el óvulo se funden en un abrazo y se fusionan en uno solo.

Se produce la fecundación.

Ernesto lo ha logrado. Ha cumplido su sueño. Ha sido el primero en llegar al óvulo y crear una nueva vida. Ha sido el ganador de la gran carrera. Ha sido el héroe de su propia historia.

Ernesto es feliz. Y el óvulo también. Y juntos, empiezan una nueva aventura. La aventura de la vida.

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