jueves, 22 de marzo de 2018

Domesticación (monólogo)

DOMESTICACIÓN


(Música)

Lo que estáis, estamos, viviendo, no es más que un sueño…  Soñar es la función principal de la mente y la mente sueña 24 h. al día...

Soy un monoloco fanático de vuestro mundo, he hecho turismo por vuestro pasado, por vuestro futuro, he sido animal, vegetal y hasta piedra… ¡que, por cierto, os podría contar cosas de las piedras y demás minerales, que os haría tomarlos con un poco más de respeto! Pero eso es otra historia. Vamos a hablar del sueño y permitidme que os hable de tú a tú.

Mucho antes de que naciésemos, los que nos precedieron crearon un enorme sueño al que llamaron SOCIEDAD y quiero denunciar que, en este sueño están descritas todas las reglas de SOCIEDAD, sus creencias, sus leyes, sus religiones, sus diferentes culturas y maneras de ser, sus gobiernos, sus escuelas, sus acontecimientos sociales y sus celebraciones… todo…
¿Y qué pasa? Pues, que los seres humanos que nos educaron, nos enseñaron a soñar de una sola forma, el sueño SOCIEDAD… porque así, les enseñaron a enseñar… el sueño SOCIEDAD tiene muchas reglas y cuando nace un niño, inmediatamente, se capta su atención, para introducir estas reglas en su mente y se hace inocentemente, con buena intención, lo que pasa, es que SOCIEDAD utiliza, desde generaciones, a mamás, papás, escuela, religión, propaganda, etc., para no enseñar a los pequeños otra cosa, que soñar SOCIEDAD.

Este humano no recuerda, pero yo lo veo, que nació, nací, con la memoria totalmente en blanco y con ganas de aprender, de descubrir, de vivir y con una programación perfecta, que por algún motivo, no se carga automáticamente al nacer…  podría ser un fallo natural, aunque, más bien, parece ser una prueba, un reto… no sé… Desde que nací, los adultos que me rodeaban, se afanaban en captar mi atención y por medio de la repetición, introducían información en mi mente y así es como aprendí todo lo que se “debía aprender”. Aprendí una realidad completa, un sueño completo. Aprendí cómo comportarme en SOCIEDAD, qué creer, qué no creer, qué es aceptable, qué no lo es, qué es bueno, qué es malo, qué es bello, qué es feo, qué es correcto, qué es incorrecto… cuando nací, ya estaba todo eso ahí, todo el conocimiento, todos los conceptos y todas las reglas sobre la manera de comportarse en el mundo… en “este” mundo y nadie me preguntó nunca...

Cuando iba al colegio, me sentaba en una silla pequeña y prestaba atención a lo que el maestro me enseñaba, si iba a la iglesia, prestaba atención a lo que el sacerdote decía, la misma dinámica que con mamá y papá y con mis hermanos mayores, mis primos... Así funciona eso… si todos lo dicen, es que es así… ¿Qué otra cosa?

Todos intentaban captar mi atención y, como todos aquellos a los que respetaba lo hacían, creí que era algo bueno y aprendí a captar la atención de otros seres humanos… y desarrollé, ahora lo sé, una necesidad de atención muy competitiva.  Los niños compiten por la atención de sus padres, sus profesores, sus amigos, creando necesidad… La necesidad de atención se vuelve muy fuerte y continúa en la edad adulta.

El sueño SOCIEDAD capta nuestra atención y nos enseña a obedecer, a quién obedecer, qué creer. Así es como aprendimos de niños. Los niños se creen todo lo que dicen los adultos.
De niño, no escogí mis creencias y seguramente, me revelé contra ellas, ahora, me acuerdo bien, pero no era lo bastante fuerte y, al final, me rendí a sus creencias… ¡DOMESTICACIÓN!
A través de esa domesticación, aprendí a vivir y a soñar. Con la domesticación, la información del sueño SOCIEDAD se transfiere al sueño interno personal y da origen a todo un sistema de creencias. El sueño SOCIEDAD me enseñó cómo “debían” ser los seres humanos y me enseñó a JUZGAR.

Y, ahora, como monoloco, quiero abrir un paréntesis para analizar cómo funciona lo que este humano estuvo haciendo como padre, cómo educó, eduqué, a mi hija… utilizando el método castigo/recompensa… ¡Analizad, por favor! ¡Domesticamos a un niño lo mismo que domesticamos a un perro, un caballo o cualquier animal! ¿Y eso nos parece normal? Será lo normal, pero no es natural. Por cierto, ni con un niño, ni con un animal…

Siendo este humano, recuerdo que me decían: “eres un niño muy bueno”, cuando hacía lo que papá y mamá querían que hiciera y si no lo hacía, era un niño malo… y así, una y otra vez… Me castigaban y me premiaban muchas veces, constantemente, hasta fijar en mí el patrón de domesticación…

Pronto empecé a tener miedo. Miedo a ser castigado, miedo a no ser recompensado o atendido por las personas en las que confiaba y en quienes creía. Debido a esos miedos, empecé a fingir que era lo que no era, con el único fin de complacer a los demás… Y el miedo a ser rechazado, se convirtió en miedo a no ser lo bastante bueno...

Al final, acabé siendo alguien que no era, me convertí en una copia de las creencias de mamá, de papá, de la sociedad, de la religión, de los medios, eso a lo que llaman “cultura”, …

Con el proceso de domesticación, incomprensiblemente, se hacían perder todas mis tendencias naturales y cuando fui lo bastante mayor, para aprender a decir: SIENTO OTRA COSA y rebelarme… todavía era demasiado pequeño y los adultos, más grandes y más fuertes… era un niño…

Y la domesticación es tan poderosa, que llega un momento en que no necesitamos ya, que nadie nos domestique, estamos tan bien entrenados, que somos nuestro propio domador, un animal auto domesticado… Nos castigamos a nosotros mismos, cuando no seguimos nuestro sistema de creencias y nos premiamos, cuando somos “niños buenos”…

Mi sistema de creencias era, como si dijéramos, mi “Libro de la Ley”. No era cuestionable. Cualquier cosa que estuviera en ese libro era mi “verdad”, y basaba todos mis juicios y prejuicios en él, aun cuando fuera en contra de mi naturaleza interior, daba igual, era lo que yo creía y eso era la verdad…

Hay algo en nuestra mente, que lo juzga todo y a todos, el JUEZ INTERIOR. Mi juez interior utilizaba todo lo que estaba en mi libro de la ley, para juzgar todo lo que hacía o dejaba de hacer, todo lo que pensaba, todo lo que sentía... Cada vez que hacía algo, que iba contra el libro de la ley, el juez decía que era culpable, que debía sentirme avergonzado e incluso, que merecía ser castigado. Eso sucedía muchas veces al día, día tras día, a lo largo de toda la vida… ¡mi juez interior era implacable! Pero, paradójicamente, había otra parte de mí, que sufría los juicios: la víctima, que también era yo...

La víctima, que yo era, cargaba con la culpa, el reproche y la vergüenza, era la parte de mí, que pensaba: ¡Ay, pobre de mí…! y el juez replicaba: “Sí, no vales lo suficiente”.
Y todo esto se fundamentó, toda mi vida, en un sistema de creencias, en el que jamás escogí creer… porque ya estaban ahí desde siempre y no me dejaron otra, que creerlo…
Cualquier cosa que vaya contra nuestro libro de la ley nos hará sentir una extraña sensación en el plexo solar, una sensación que se llama MIEDO.

En el futuro del que vuelvo, me hizo falta una gran valentía, para desafiar mis propias creencias, porque, aunque sabía que no las había elegido, también es cierto, que las había aceptado… y había desarrollado una gran dependencia de esas creencias, que, aunque fueran erróneas, me hacían sentir la culpa el reproche y la vergüenza…

El juez decreta y la víctima sufre la culpa y el castigo, pero todo ese juicio se fundamentaba en leyes ajenas a mí. El 95% de las creencias que había almacenado en mi mente, no eran más que mentiras aprendidas y sufrí, porque me creí ciegamente todas esas mentiras…
En el sueño SOCIEDAD, como ser humano, resulta normal sufrir, vivir con miedo y crear dramas emocionales. Es un sueño lleno de violencia, de miedo, de guerra, de injusticia… en el mundo entero vemos sufrimiento, cólera, venganza, adicciones, violencia generalizada y una tremenda injusticia… el miedo controla el sueño SOCIEDAD.

Yo siempre tuve mi sueño personal, pero a menudo, estuvo dirigido por el miedo… el mismo miedo se manifiesta de diferentes maneras en cada persona, por supuesto, pero seguro que todos sentimos, cólera, celos, envidia, etc., …

Yo, como toda la humanidad, buscaba la verdad, la justicia y la belleza y, como toda la humanidad, estaba inmerso en una búsqueda eterna de la verdad, pero solo creía en las mentiras que había almacenado en mi mente.

No veía la verdad, porque estaba ciego, me cegaban todas esas creencias que tenía en la mente. Necesitaba sentir que tenía razón y que los demás no estaban equivocados, confiaba en lo que creía y nuestras creencias nos invitan a sufrir… ¡Un mitote, eso es, un mitote! Un sueño en el que miles de personas hablan a la vez y nadie comprende a nadie…

Todo lo que creemos sobre nosotros mismos y el mundo, todos los conceptos y programas que tenemos en la mente, nos hace imposible ver quiénes somos verdaderamente, nos resulta imposible ver que no somos libres.

Hemos aprendido a vivir intentando satisfacer las exigencias de otras personas, hemos aprendido a vivir según los puntos de vista de los demás, por miedo a no ser aceptados y de no ser lo suficientemente buenos para otras personas. ¡DOMESTICACIÓN!

Con el proceso de DOMESTICACIÓN, nos formamos una imagen mental de la perfección, con el fin de tratar de ser lo suficientemente buenos… creamos una imagen de cómo deberíamos ser para que los demás nos aceptaran, una imagen de perfección, pero no encajamos en ella… nunca seremos perfectos…

Tras la domesticación ya no solo se trata de  que no seamos lo suficientemente buenos para los demás, ya no somos lo bastante buenos para nosotros mismos, porque no encajamos en nuestra propia imagen de perfección, nos resulta imposible perdonarnos por no ser lo que desearíamos ser o mejor dicho, por no ser quien creemos que deberíamos ser…
Nos da mucho miedo que alguien descubra que no somos lo que pretendemos ser.
También juzgamos a los demás, según nuestra propia imagen de la perfección y, naturalmente, no alcanzan nuestras expectativas.

Los seres humanos nos castigamos a nosotros mismos, sin cesar, por no ser como creemos que deberíamos ser, nos maltratamos a nosotros mismos y utilizamos a otras personas para que nos maltraten, pero nadie nos maltrata más, que nosotros mismos…

Nadie, en toda tu vida, te ha maltratado más que tú mismo. El límite de maltrato que tolerarás a otra persona, es exactamente el mismo al que tú te sometes.

Necesitamos que los demás nos acepten y nos amen, pero nos resulta imposible aceptarnos y amarnos a nosotros mismos.

Vengo, del futuro, con la misión de deciros que, si no cambiáis este presente, vuestro futuro será una mierda. Yo lo he visto. Vengo de allí y he vuelto para cambiar el mío. ¡REBELAOS! 

(Música)

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