Al dejarte, he vuelto a casa caminando. El paseo se hacía agradable a mis pies y mis pensamientos campaban por el espacio en busca de una base lógica en la que reposar, tras nuestra conversación.
¡Maldita sea! ¿Por qué todo ha de girar en torno a la lógica? ¿Por qué no me puedo permitir el lujo de quererte, sin más, de sentir tus vibraciones en mi, de acariciar las yemas de tus dedos sin tener que buscar una excusa o un por qué?
Me voy de viaje. Estos hijos de puta me están robando lo único que tengo, mi vida, mi derecho a amar, a unirme a quienes quiero, a estar donde me de la gana y compartir mi paz con quien me de la gana.
Me están destrozando y no me resisto a que lo hagan, como un ternero, camino del matadero, me dejo introducir, cada día más, por el estrecho pasillo que me conduce al patíbulo, porque soy cobarde y temo por mi, por ti y por todas aquellas personas a las que tanto quiero. Y, tengo tanto miedo a la rebelión a la rebelión, como a enfrentarme con la vida y descubrirme de improviso.
Por eso te estoy escribiendo, para escupir, de una puñetera vez, toda la hiel que llevo dentro. Porque te mereces algo más que unas medias palabras con las que todo queda mal dicho.
Te quiero y me gustaría estar contigo, oyéndote hablar, aunque o entienda nunca lo que me dices y sentir de cerca todo el calor y el amor que emanas, porque esa relación instintiva, que me acerca a ti, me hace feliz y logra borrar de mi mente todo aquello que odio. Pero, sé que, durante los próximos quince meses, cambiaré mucho, me cambiarán mucho. Y, en mi metamorfosis se perderán millones de pequeños detalles, que harán de mí otra persona, un desconocido, que ni siquiera yo sé bien cómo será.
Y me niego a profundizar más, porque no quiero que nos pase lo que a todos, no quiero hacerte ningún daño, quiero encontrarme contigo, dentro de quince meses y descubrirte de nuevo, por primera vez, porque, posiblemente, así sea más fácil.
Creo que te comprendo más de lo que imagino y sé cómo te sientes, cuando me hablas de cualquier cosa, pretendiendo escudarte en tus vaguedades, en tu superficialidad y, por eso, cuando me dices que todo está podrido, aunque intente convencerte de lo contrario, te miro y, con el silencio de mis ojos, me solidarizo contigo, porque sé que hemos nacido para algo más que para esto y, tanto tú, como yo, pretendemos conseguirlo.
Y sé que, allí, en el lago, al sur de ninguna parte, será tu lucecita tímida, brillando en la oscuridad, dando señales de vida, de mucha vida, alejada de esta basura.
Y será lo primero que busque, al volver de este maldito viaje.
28-12-77
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