jueves, 5 de julio de 2018

Poemario '77 (11)



Las siete de la mañana,
violentamente, mi sueño es interrumpido
por el odioso timbre del reloj,
que recuerda a mi consciente
su misión en esta sociedad.
Hace mucho frío,
las mantas y las sábanas,
más acogedoras, que en toda la noche,
intentan retenerme y sumirme nuevamente
en el maravilloso mundo del ensueño,
pero el autómata que llevo en mí,
me obliga a poner los pies en el suelo,
ha comenzado el nuevo día
y he de llegar en el momento preciso,
ni un minuto más, ni un minuto menos,
a la siniestra oficina,
que hará de mí una máquina,
durante siete largas horas.
Es, según ellos, los señores,
los únicos que hablan,
ya que, hasta la voz les pertenece,
mi pequeña contribución
al desarrollo de la civilización,
que también les pertenece, por descontado.
Es lo poco que puedo hacer para ellos
a cambio de que me alimenten,
me cuiden, me instruyan
y me enseñen a vivir más y mejor
y a saber cómo hacer más grande
la gran sociedad donde vivimos,
no importan las necesidades personales,
las colectivas son más importantes,
el egoísmo no conduce más que al fracaso,
no he de pensar en mí, sino en nosotros
y hacer mucho más próspero
nuestro complejo social,
ya que a ellos pertenece.
¡Estoy harto de todo esto!
Ya no puedo aguantar más tanta violencia,
en el hogar, en el trabajo, en la vida entera
y os advierto que soy capaz de morirme,
para que no tengáis a nadie
a costa de quien vivir.

20-11-77



A S. M. el Rey
Distinguido señor:
Ruego me perdone
si me dirijo a usted en estos términos,
pues desconozco el protocolo y, por lo tanto,
no entiendo de distinciones ni tratamientos.
Soy español por error, ya que nací en Uruguay,
un pequeño país de Sudamérica, del que imagino,
usted tendrá noticia y mis papeles fueron renacionalizados,
para poder venir a España, pagando un poco menos,
ya que, entre otras desgracias, ostento la de ser pobre.
De mi última afirmación, se deduce que soy un trabajador
y debido a ello, una persona normal,
entendiendo por normalidad, claro está,
la de esos treinta y pico millones de personas,
que forman parte de su reino.
No estoy, pues, en condiciones de abandonarme al paso de los años,
ya que no tengo patrimonio y, por lo tanto,
he de fraguarme un porvenir.
Pero no crea su majestad, me parece que es así como se dice,
que le confundo con un consultorio radiofónico, ni mucho menos,
ocurre que estoy en esa edad en que, según la ley,
uno pasa de ser niño a hombre y que, por tanto, está preparado
para servir a Dios, a la Patria y a usted,
mediante el cumplimiento del Servicio Militar.
Es por esto y no por nada más, que me dirijo a usted,
para dejar bien claras una serie de cuestiones,
que, desde que recibí la famosa carta, me tienen preocupado.
Ante todo y ciñéndome siempre a lo que supone el Servicio Militar,
he de confesarle que soy bastante pacifista y que la sola idea
de tener que aprender a matar, me horroriza
y, por lo visto, ésta es una de las funciones del susodicho Servicio.
Bien puede pensar, su majestad, que es necesario
estar preparado para la defensa, pero yo no veo
el por qué tengamos que defendernos de nadie, 
ya que tampoco veo el por qué nadie tenga que atacarnos.
Esta es una idea, creo yo, compartida por el 99% de la población
y que solo ustedes, los políticos y algunos paranoicos,
si querer faltar a nadie, ven este peligro.
Ante el Servicio Militar, la mili, como lo llamamos por aquí abajo,
solo quedan dos opciones: hacerla
o declararse objetor de conciencia y no hacerla.
Y por detalles de índole económico, que ya le he explicado,
no me puedo permitir el lujo de perder varios años en la cárcel,
así que he de afrontar los hechos y vestirme de caqui,
pero creo honrado, por mi parte, el advertirle,
que no creo en Dios, ni en usted, ni en la patria
y que, por lo tanto, no cuente conmigo,
a la hora de poner en práctica las enseñanzas,
que recibiré durante estos quince meses.
Y aprovechando que vivimos en un país ¡demócrata y monárquico!,
me tomo la libertad de dirigirme a su majestad,
para que las cosas queden bien claras.

Barcelona, 21 de noviembre de 1977





He de daros las gracias
por todo cuanto habéis hecho,
me habéis devuelto la confianza en mí
y con vuestro amor, me habéis hecho pasar
algunos de los momentos más hermosos de mi vida.
Porque en este mundo maldito,
donde somos manipulados, extorsionados,
regulados, deprimidos y observados,
me habéis descubierto que aún queda belleza
y trozo de corazón
con el que hacer feliz a una persona.
Gracias a vosotros, vuelvo a ser el que era
y procuraré, por todos los medios,
extender mi felicidad más allá
de las fronteras de lo material.
Nosotros construiremos un mundo diferente
sobre las ruinas de esta sociedad.
¡Os lo juro!

19-12-77



Quiero volver a verte
porque me encuentro entre dos aguas,
flotando en desconcierto.
No sé nada de ti,
no sé nada de nosotros
y quisiera descubrir si existe algo para ambos,
más allá de cualquier exterioridad.
De verdad, no sé qué pensar,
pero me gustaría mucho
volver a tenerte junto a mi
para matar, de una puñetera vez,
al estúpido, cobarde y huidizo,
que selló mis labios,
cuando intenté besarte.
Me merezco otra oportunidad
y espero no quede muy atrás todo aquello.


19-12-77



Empiezan a cruzar sus malos pensamientos,
sabedor de que su cuerpo se alejaba de sí,
cuando, de pronto, un buen redentor
se alejaba de sí sobre un pantano,
lejos de cualquier objeto biplano,
todos gritaron puerta,
Dios, quítame cuenta,
al comenzar un nuevo día,
Cristo, Cristo, gritábante todos,
un acorde de cuerdas amarillas,
la branquia, que sobresalía de las fauces
de los armarios, repicaba en su mente,
Grr, Grr, Grur, Und, Generalóptica, Cristina,
no me acordaba de tu nombre
y la voz de fondo de mis ángeles
cantaba te quiero con locura y con amor.
Cuando yo escribía esto, pensé
qué tontería, Ángela o Mari… no Ángela,
no, era una canción, cançó,
no lo pienso, lo conduzco, simplemente,
gritaba mi cerebro,
pensé disculparme a Carmina,
esto es un experimento,
estoy bajando y ya lo veo todo bien,
Martina, te quiero todavía,
porque siempre te querré toda mía,
el cantante se espera y repite
la última frase para que la coja,
ahora, aún me vuela el bolígrafo,
tal vez intente incontrolarme,
el brazo me cansa la mano
y tengo que parar, de vez en cuando,
tente en ver ese… mi cerebro interviene,
me canso, canta un disco antiguo,
monótono Gora, que caligula un niño en el suelo.
Pienso si lo entenderé mañana,
música metálica, hojas lágrima cantaron,
cambiable de divo joven a divo viejo,
nueva interrupción semántica,
Cristina vuelve a mí,
va toneix o con cariño
y nueva fuerza represora.
No quiero escribir más, porque estoy cansado
y aunque sea una jugarreta,
no me tomarán.

31-12-77




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