Trepida en mis oídos
el tintineo de tu risa,
no comprendo nada.
Entre la espuma de tu boca
y el calor de tus besos
se pierde mi consciencia.
Ya no creo en nada
que no tenga tu perfume,
no existo si tu no me mueves,
no pienso,
no puedo pensar
y, tan solo, balbuceo
estas pobres palabras,
media docena de incoherencias,
vacías, como mi propia cabeza.
30-10-80
Te doy la razón,
soy esa especie de escoria
y no me olvido quién eras tú,
la rica niña de satén dorado,
que para seguir mi camino,
ha acabado siendo lo que eres.
Yo tengo la culpa, no lo niego,
pero, por favor, deja de gritarme,
cruzaré la calle, como cada noche,
para ahogar mis fracasos en alcohol,
tu sufrirás y llorarás tu mala suerte:
haberte casado con un perdedor.
Lo sé, nena, no soy nadie,
vuelvo a reconocerte mi culpa,
pero, por favor, deja de gritarme,
bastante tengo con soportar mi cruz.
Sí, señor juez, soy culpable,
ella se empeñaba en recordar mis fracasos,
sé que fui sanguinario,
con una sola puñalada habría bastado,
pero ella seguía gritando, gritando...
Mándeme a la horca o donde quiera,
pero le ruego, por favor,
que toda esa chusma deje de gritarme.
1983
Pateas las calles,
silbando canciones antiguas,
te crees único,
¡qué lejos estás de lo cierto!
¡qué lejos, qué lejos!
las bandas acechan
detrás de cada esquina,
las "baldas" relucen
a la luz de la luna
y tú, pobre diablo,
silbando una canción de los '60.
De pronto, despiertas,
acabas de comprenderlo,
pero es demasiado tarde:
No eres el único
y la ciudad
no es un sitio seguro.
1983
Dijiste que vendrías a las siete,
son las nueve y espero,
llueve, pero no me importa,
tengo que esperarte,
es mi trabajo.
Tiene que llegar el infierno
con las caricias
a calentar mi ropa mojada,
ha de llegar el hedor de tus labios
para hacerme olvidar
que es invierno.
Soy tu gígolo,
te espero,
no me abandones, ahora,
soy tu gígolo,
necesito tu "gratitud",
no me digas que lo has olvidado,
soy el único
capaz de hacerte el amor.
La ropa se pega a mi cuerpo,
tengo húmedos los huesos,
llevo horas esperando
y no apareces,
pero no puedo marcharme,
tengo que esperar,
porque vivo de tus recompensas.
Soy tu gígolo,
yo fui el primero,
soy el único que te escucha
en la cama y fuera de ella,
te recogí del alcohol,
por un puñado de billetes,
no me abandones ahora.
1983
La soledad,
ese enorme barullo de voces
indescifrables,
ese dulce dolor,
que nos acerca,
sin contemplaciones,
a nuestra desconocida intimidad.
1984
…oscuridad.
Una tremenda sensación
de pánico reprimido,
de agobio negro,
soledad.
No siento nada,
¡no siento nada!
Una masa blanca me oprime el pecho
desde dentro…
la oscuridad…
la soledad.
Estoy en tiempo muerto,
cierro los ojos y espero
y espero
y espero…
…esa música
suave,
dulce,
fino hilo de luz brumosa
que vibra,
vibra…
¡Eres tú,
lo sabía!
Sigues ahí,
ingenua,
severa,
dulce…
¡Te quiero!
¡Te quiero!
No me importa nada más.
¡Te quiero!
Si lo dudas,
solo tienes que mirar mis ojos.
Para Mili (Invierno de 1986)
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