- Hola.
- Hola.
- ¿Me estás evitando?
- No, es que necesito estar sola...
- ¿Te molesto?
- No, no me molestas, solo que no me apetece hablar con nadie...
- Pero,...
- Hay cosas demasiado personales que nadie entiende...
- Te comprendo...
- No, no me comprendes, créeme.
- Bueno ¿Puedo acompañarte en silencio?...
- ¡No! ¿Ves como no me comprendes?
- Sí, te comprendo, pero no lo entiendo... ¿Me voy?
- ¿Te estás poniendo metafísica? ¿Qué es eso de que me comprendes pero no me entiendes?
- Que comprendo cómo estás, yo misma me siento de igual manera, en ocasiones,... pero no entiendo que necesites estar sola, para poder seguir sintiéndote mal...
- Es mejor que te vayas...
- Sí, para ti es mejor, me voy...
- ¡Un momento! ¿Estás jugando conmigo?
- No.
- ¿Tú qué sabes de lo que me pasa?
- Nada, no me has contado nada. Solo sé que quieres estar sola...
- ¿Y por qué me contestas de esa forma? ¡Es ese tipo de actitudes lo que me tiene preocupada!
- ¿Ah, si?
- ¡No te rías! Tú sabes algo... o te lo imaginas, que es peor...
- De verdad, ni siquiera puedo imaginar qué te puede pasar...
- Pues, me pasa lo que te estoy haciendo pasar, ahora, a ti...
- ¿A mi?
-Sí, soy rechazada, sin más, porque no se entiende cómo soy...
- ¿Yo?
- No, yo.
- ¿Que no entiendes cómo soy?
- ¡Coño! ¡Si!
...
o O o
...
- ¡Sí, si que lo entiendo! ¡Ahora lo comprendo todo! ¡Gracias!
- De nada... Ahora, soy yo la que no entiende nada...
- Pero, si lo dices tú misma...
- ¿El qué?
- La diferencia entre entender y comprender...
- Si, es enorme...
- Y, sin embargo, se puede cambiar a voluntad...
- Sí...
- Y que querer es poder.
- Parece que lo tienes muy claro... ¿Pero, qué ha pasado?
- Nada, nada... déjame, por favor...
- ¡Me estás vacilando!
- ¡No!
- ¡Si!
- ¿Te molesto?
- Pues, sí.
- Te comprendo...
- ¡No, no me...! ¡Ah, vale, recibido! Me voy. Cuando quieras, me llamas. Gracias.
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