miércoles, 28 de febrero de 2018

Me haces daño


Me haces daño, amor
y me maltratas,
sabiendo que me he dado a ti
con el corazón abierto,
que no te tengo secretos,
que no tengo defensas,
que te he brindado
lo poco puro que aún me quedaba.
Que te rogué
que no jugaras conmigo,
que te pedí que no me engañaras,
sabiendo que, si lo hicieras,
me causarías un gran dolor
difícilmente superable.

Me haces daño, amor
y me castigas
por un delito no cometido,
por ser sincero contigo
y no blindar mi debilidad,
por amarte sin medida,
sin tapujos, sin mentiras,
por ser blando en exceso,
y no entender lo que quieres,
por ser torpe,
por no saber ser quien no soy,
quien tú quisieras que fuera.

Me haces daño, amor
y me mortifico,
porque soy quien soy,
como soy y lo que soy,
y, por mucho que tú lo intentes,
jamás seré de otra forma,
jamás seré quien quisieras tú que fuera,
jamás podré tratarte como esperas
y me muero de pena por ello
y me flagelo, en silencio,
en el anonimato de mi cuarto,
por no estar a la altura
de lo que tú te mereces.

Y, haciendo buena mi profecía,
vuelvo a sufrir,
a llorar,
a caer en la autocompasión
y en el desprecio
de mi propia estima,
que, al fin y al cabo,
debe ser lo único
que sé hacer realmente bien.


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