lunes, 5 de marzo de 2018

Poemario - 1975 (1)

La mañana, preñada de calor,
abortó un día asqueroso.
El vendedor de pañuelos de papel
visitó el campo de sauces llorones.
Las amargadas nubes soltaron sus lágrimas
sobre el pornográfico bosque.
Los paraguas paseaban, luciendo sus negras boinas,
bajo el ojo del sol, tuerto por la pedrada de un rayo.
Las damitas, protegidas por impermeables de cartón,
acariciaban las caras de papel de lija de sus niñatos.
Los peces, molestos por la lluvia,
no salían de sus cuevas.
Los perros lamían las manos de sus amos,
que les azotaban a cambio de comida
y hacían piruetas para recibir su premio.
Los siervos lloraban alegres
porque el señor no podría salir de caza.
El señor los jorobó, haciéndose traer las piezas de caza
al patio de su castillo y las mataba desde su alcoba.
La prostituta ni se molestó en levantarse.
Un perro intentó morder a su amo
y éste le cortó la cabeza.
Los pajaritos cantaron. Las nubes se levantaron
que sí, que no…
¡Ah! ¡Delicados tiempos del medioevo!
13-3-75



Ese fino manto de lágrimas,
que acariciaba tu pelo suavemente
y recorría, poco a poco,
los pliegues de tu cuerpo,
bañándolo de dulzura,
es, esta noche, mi compañero.
Cae, suavemente sobre un patio,
haciendo, del oscuro túnel de los enamorados,
una sala de hermosos conciertos
de sinfonía irregular.
Llora el cielo sobre nuestro mundo,
pues ve maldad e incomprensión
y mis ojos, envidiosos de su bondad,
no hacen más que imitarle.
No hay una sola estrella
en el interior de la bóveda azul,
solo lágrimas de pena, por nosotros,
escucha, tú, sus gemidos
e intenta comprender la belleza
de lo que quieren contarte.
17-9-75

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