martes, 6 de marzo de 2018

Poemario 1976 (1)

Yo soy un punto en el espacio

que, huyendo del seno materno,

se ha atrevido a danzar entre mil rayas,

yo soy la gota de agua

que, al caer, remueve todo el estanque,

yo soy el pulgón de la peste,

que transmite exterioridad a los hombres,

soy, también, el carcelero, que mantiene,

bajo cualquier pretexto,

cerradas puertas inservibles y oxidadas,

ante el peligro de la invasión de la nada,

soy, al fin, un pobre hombre

hundido hasta el cuello en dignidad.


2-1-76

Son doce campanadas, las que acompañan

cuando el hombre se pierde, entre la espuma de sus sueños,

para regresar al planeta de su fidelidad,

como son doce, los cambios que mutan su cerebro,

cuando recibe la noticia de su embriaguez,

son, uno tras otro, doce golpes,

que recibe su cerebro de hombre trastornado,

cuando descubre que reina sobre el perro,

pero jamás podrá rascarse una oreja con el pie,

doce, son las veces que duda,

cuando se trata de decidir su futuro

para, después, en un alarde de rapidez,

lanzarse a lo que será el frustre de su vida,

son doce los meses del año

y doce, sus objetos favoritos formales,

así que, doce son las veces

que hará el amor, este mes, con aquella chica morena.

Si ese hombre estuviera

en contra de mi teoría,

que exponga, doce veces, su punto de vista

y trataré de convencerle de su error.

3-1-76

Estoy pensando en desistir

de mi intención de morirme,

porque, después de algunos años

de vivir en la estrechez

de los que perdonan siempre,

me he acostumbrado a vivir

y a pelearme con el tiempo.

Tal vez, otro día, reniegue

de mi condición de hombre,

hoy, conformista, me amoldo a la estructura,

adaptando mis genes

al conjunto de fenómenos sociales,

mañana, ¿quién sabe lo que pensaré mañana?

Tal vez, el suicidio llame,

como otras veces,

insistiendo en su preferencia sobre la vida,

entonces, no serán hojas de acero

ni piedras ni corbatas de cuerda,

tan solo lo desearé

y la muerte presidirá mi cuerpo

y poseerá mis mejores prendas.

Que, el calor aprieta las gargantas

cuando nadie intenta refrescarse,

pero no se atreve con los puros,

que danzarán, siempre frescos, a su alrededor.

1-2-76

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