Dos caballeros, embutidos en sus magníficos abrigos, pasean por una callejuela solitaria.
Seguramente, hablan de cosas importantes.
De pronto, se acerca a ellos un mendigo y les pide una limosna.
- Hace tiempo que no como. – dice.
Uno de ellos, mete la mano en el bolsillo y, sacando una moneda, se la ofrece. El mendigo agradece el caritativo gesto y se aleja.
- Ahí va, a gastárselo en alcohol – dice el caballero.
Un joven, que pasa por allí en ese momento, replica:
- Con una moneda, poco se puede comer…
- Al menos, un pedazo de pan…
-Cuando el hambre le persigue a uno durante varios días o tal vez, semanas, poco hace un pedazo de pan. El alcohol, al menos, con su embriaguez mitiga el hambre.
El caballero se indigna por la ligereza del joven.
- ¡Pero ese hombre es un alcohólico, no hay más que verlo…!
- Moneda tras moneda, una a una, las almas misericordiosas y humanas como la suya, lo han empujado a ello. Tal vez, en un principio, no fuese una limosna bondadosa sino un plato de comida, lo que necesitara… Ahora ya es tarde.
Y el joven se aleja ante la mirada atónita de ambos caballeros.
(3-1.978)
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